Dice
que el otoño estaba finalizando, pero que el calor se había adelantado
ese año, y que él, el que escribe, estaba solo con el suyo, en su propio
otoño, y sentía frío. Que éste, su otoño recién comenzaba para él. Pasó
la vista por las hojas del libro, garabateadas, algunas en los
márgenes, con algún que otro sarcasmo provocador de los cuales no quiere
ni hablar, pero que inevitablemente tendrá que corregir, es decir,
volver a hablar de ello, aunque ya no desea hablar de lo mismo. Siempre
lo mismo. Estos días posteriores a aquello que había ocurrido se le
hacían interminables, bloques compactos de hastío. Así, podrían pasar
los años sin encontrar la dirección hacia la cual tenía que llegar a
tiempo.
Pero lo primero es lo primero, se recomendó a sí mismo, y en esta parte del libro decía que caminar sobre las horas sin hacer absolutamente nada no lo acercaría al sosiego, al descanso. Más valía adelantarse al desarrollo de la historia (que bien conocía) para no ser adelantado por ella. Para poder corregir lo que habría de suceder en las siguientes páginas si no hacía algo por evitarlo. Tenía que volver hacia atrás y rescribir, ahora que sabe de la historia mucho más de lo que la historia afirma que ocurrió, es decir, lo que él había escrito que ocurrió.
Darío
-de Argentina-
Pero lo primero es lo primero, se recomendó a sí mismo, y en esta parte del libro decía que caminar sobre las horas sin hacer absolutamente nada no lo acercaría al sosiego, al descanso. Más valía adelantarse al desarrollo de la historia (que bien conocía) para no ser adelantado por ella. Para poder corregir lo que habría de suceder en las siguientes páginas si no hacía algo por evitarlo. Tenía que volver hacia atrás y rescribir, ahora que sabe de la historia mucho más de lo que la historia afirma que ocurrió, es decir, lo que él había escrito que ocurrió.
Darío
-de Argentina-