A veces estimo que cada cosa por pequeña que sea debe poseer un nombre único, llevo este pensamiento a las consecuencias últimas y me digo:
cada átomo merece un nombre particular, su nombre propio.
Imagino esos nombres recién llegados, esos nombres niños pronunciados en el mismo instante, alcanzo a percibir como retumban en colosales espacios, como reverberan al unísono esas voces virginales del universo.
En otras ocasiones pienso exactamente lo contrario:
solo existe un nombre para todo, entonces me abruman, al unísono cada uno de mis silencios.
Carolina
-de Argentina-
cada átomo merece un nombre particular, su nombre propio.
Imagino esos nombres recién llegados, esos nombres niños pronunciados en el mismo instante, alcanzo a percibir como retumban en colosales espacios, como reverberan al unísono esas voces virginales del universo.
En otras ocasiones pienso exactamente lo contrario:
solo existe un nombre para todo, entonces me abruman, al unísono cada uno de mis silencios.
Carolina
-de Argentina-